La sarna en los gatos no es tan común como en los perros pero es una enfermedad de la piel que también acostumbran a sufrir, sobre todo en la zona de las orejas.
Si notas que tu felino se rasca más de lo normal y han empezado a salirle rojeces en algunas partes del cuerpo, puede que tenga esta afección.
En general, los ácaros de la sarna son microscópicos y no pueden identificarse a simple vista, por ello es importante prestar especial atención al comportamiento de nuestro gato. Estos parásitos se hospedan en la piel del animal, más concretamente en la dermis, pero nunca llegan al interior de su organismo.
Los ácaros de la sarna que más afectan a los gatos son:
Notoedres Cat, es el más común de todos y solo afecta a los gatos. Este tipo de ácaro empieza hospedándose en la cabeza y orejas del felino y, poco a poco, se va deslizando hacia el cuello y el resto del cuerpo. Las hembras de este tipo de ácaros excavan túneles en la piel del animal, donde viven y ponen los huevos, alimentándose de la linfa y líquidos tisulares y provocando la caída del pelo y rojes en la piel.
Cheyletiella Spp, también puede ocurrir en perros pero lo más frecuente es que ataque a los felinos. En este caso los ácaros no cavan túneles, sino que se alimentan de la queratina y solo viven en la superficie. Acostumbra a confundirse con la caspa porque los parásitos, al moverse, producen una descamación de la piel.
Otodectes Cynotis, también es mucho más común en gatos que en perros. En esta caso, los ácaros se hospedan en el canal auditivo externo, siendo los mayores causantes de la otitis externa en los gatos. Igual que el anterior, no cavan túneles, sino que se alimentan de queratina. Provocan la descamación de la piel, aparición de costras, eccemas y secreción de color oscuro.
Contagio
En todos los casos la sarna se contagia por contacto. Al tratarse de parásitos que solo viven en la piel de los animales, no son capaces de sobrevivir fuera de ella más de dos semanas y, por ende, solo pueden pasar de uno a otro. Sin embargo, no es necesario que se produzca un contacto físico entre los animales, basta con que estén cerca, se rocen, hayan compartido algo, como el comedero o una manta, o hayan estado en la misma habitación.
Normalmente no se producen contagios a los humanos pero, en el caso del Cheyletiella Spp, puede ser que se traspase a la piel humana y produzca una infección temporal que cause picor y enrojecimiento.
Síntomas
Cada tipo de ácaro produce unos síntomas u otros en los gatos, sin embargo, los más comunes son:
- Caída del pelo
- Piel enrojecida
- Picor abundante que desencadena en un brusco rascado y no dejar de lamerse las zonas afectadas
- Inflamación local
- Aparición de costras, sobre todo en las orejas
- Eccemas y descamación de la piel
- Secreción oscura en el oído
- En casos graves, sangrado por el oído, hemorragias y perforación del tímpano
En general, es difícil identificar la sarna durante el periodo inicial puesto que los síntomas empiezan a aparecer pasadas las dos o tres semanas de la infección, cuando los ácaros se han desarrollado por completo. Por ello es importante fijarse en si el felino se rasca o lame más de lo normal o si se le cae más de la cuenta el pelo. En estos casos, deberás llevarlo al veterinario cuanto antes para iniciar un tratamiento.
Tratamiento
Una vez diagnosticada la enfermedad, el veterinario iniciará un tratamiento para combatirla. En función del tipo de sarna y del estado en el que se encuentre, receterá unos antiparasitarios u otros. Los tratamientos pueden ir desde la aplicación de pipetas en algunas zonas del cuerpo del gato y gotas para los oídos hasta champús especiales para esta enfermedad, medicamentos de vía oral como píldoras o pastillas antiparasitarias, e inyecciones antisárnicas. Cuando son los gatitos los infectados por sarna, no se suele acudir a las vacunas y el tratamiento acostumbra a basarse en baños frecuentes con jabones antiparasitarios específicos, pipetas o gotas y vaselina para las zonas escamadas.
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